Tu figura inconfundible y tu sonrisa.

A pesar de los pesares no nos hacías faltar tu sentido del humor.

En toda ocasión. En una fiesta, en una ríspida reunión preparatoria de los actos del 5 de octubre. Entre empanadas, vino y asado. Por la internet. Cuando dos estaban a punto de matarse, siempre, oportuna, una salida de tu humor fresco, límpido, terminaba la pelea porque los contrincantes terminaban matándose .. de risa.

Te recuerdo así, uniéndonos a todos. Hace poco tiempo, por tu intermedio, me encontró el nieto de uno de los amigos de mi padre a quien más quise, Hugo Wast. Y te debo los "modelos" de pluma (las de la cobardía) que le envié a los jefes de los Estados Mayores. Por eso, te recuerdo ayudando, haciendo favores. Ante tu muerte entiendo lo que los intelectuales patriotas sintieron cuando Leopoldo Lugones (pienso que tan deseperado como vos) se mató. Fue Castellani quien acuño esa frase certera: "su alma tenía la sensiblez de un desollado".

Tu muerte nos golpea fuertemente, por la forma, al intentar atisbar el estado de tu alma. No te culpes José D'Angelo. Hay cosas insodables. No podemos anticiparnops a todo (seríamos Dios, en ese caso). Los amigos de Lugones tampoco se dieron cuenta. Horacio, querido: te encomendamos a la misericordia de Dios ante quien todos llegamos con la mochila bien cargada. Recordamos tu generosidad, tu manera de brindarte a la Causa y a la gente, tu sempiterna bonomía.

Lo otro queda entre vos y Dios.

María Lilia Genta